
Alejandro Saldívar
El mercurio que se extrae en la Reserva de la Biósfera de la Sierra Gorda ha destruido el ecosistema y perjudicado la vida de las personas dedicadas a la minería artesanal. El gobierno federal anunció un cierre paulatino de las minas de mercurio, pero las alternativas para los mineros se avizoran lejanas. Estas minas se han vuelto sustento de varias comunidades en Querétaro, a pesar de que el suelo, el aire y el agua de este sistema montañoso ya presentan afectación por mercurio.

CAMARGO, Qro.- Una cascada de piedras grises rompe la armonía del paisaje idílico de la Sierra Gorda. Mientras el sol se derrama por encima de las nubes y se esparce con beatitud sobre una virgen de Guadalupe pintada en el cerro, las chimeneas de los hornos artesanales de mercurio exhalan un aroma sulfuroso, picante.
Rodeada de un camino sinuoso, la mina Camargo se desgaja en cuatro laderas donde se extrae, procesa y hornea mercurio de forma artesanal. De la penumbra de la bocamina tres trabajadores empujan un carrito con costales de maíz repletos de piedras negras. Salen de la mina con una máscara de polvo negro, agotados después de estar percutiendo rocas con un martillo puntiagudo.

Santiago, el minero que le da dirección al carrito, lleva siete años explorando el interior de la Sierra Gorda. A pesar de que desconoce que el mercurio es un mineral socorrido por la industria aurífera para amalgamar el oro –que actualmente ronda los 50 mil pesos por onza (2 mil dólares estadunidenses), de lunes a viernes, entre las 7:00 y las 15:00 horas se adentra 300 metros con pico y pala para recolectar la “tierrita”, como le llama al mineral. “Es dificil andar sacando el material”, confiesa con la frente sudorosa y la lámpara de su casco aún encendida.

Los mineros reconocen las piedras, siguen las vetas como los ciegos tientan en la oscuridad, son geólogos expertos en identificar el metal, picando con una mano y recogiendo las piedras con la otra. “La falla marca dónde está el mineral, pero está muy escaso porque ya están bien trabajadas”, explica Santiago.
–¿Cuánto sacan en una jornada?
–Bien poquito, uno saca medio kilo, por mucho un kilo de mercurio ya líquido en una quincena. En sí no hay mucho metal, solo recogemos la tierra que dejaron los de antes.
Después de que las piedras salen de la mina, las cargan en una camioneta rumbo a la zona de hornos, que está delimitada por una trituradora de minerales de la marca hongkonesa The Nile Co. Ltd., arrumbada encima de un montículo de piedras incineradas. En la cajuela, las piedras chocan como si estuvieran en una partida de billar muy agitada.
Sin opciones
En la Sierra Gorda, el cinabrio –mineral de donde se extrae el mercurio– ha tenido una producción considerable desde hace más de 500 años. Del cinabrio se obtiene un pigmento rojo vivo parecido al color de la sangre, el bermellón. Según el historiador Adolphus Langenscheidt, en la época prehispánica se pensaba que el minero trabajaba en el inframundo, en contacto con la sangre de la Tierra, con el único metal líquido, considerado en épocas remotas como un agua cargada de cualidades mágicas.

Los hornos son una hilera de fogones de ladrillo debajo de tapancos improvisados, a desnivel de la bocamina de donde se extrae el mineral. Por la renta del horno y la leña para fundir el mercurio los mineros pagan alrededor de 800 pesos (39 dólares). “Aquí se funde, pasa de piedra a humo y luego a líquido”, aclara Ernesto como si fuera un alquimista.
Ernesto comenzó a trabajar en la mina a partir de la pandemia, en marzo de 2020. Dice que no hay otra fuente de empleo más redituable en la región. “Regularmente trabajo como electricista en Querétaro, pero somos originarios de aquí. En la mina estamos en casa, no andamos fuera”, dice con el orgullo galvanizado.
–¿Y para quién trabajan en esta mina?
–Cada quien trabaja por su cuenta.
Mientras un anciano embarra de adobe los cilindros de fundición, sellando las fisuras de aire, Ernesto desmigaja con un martillo las rocas para someter esos vapores condensados del cretácico a temperaturas de mil 200 grados centígrados, logrando separar el azufre del mercurio. Después de cinco horas las piedras son lava ardiente, hasta que el mercurio se condensa para ser recolectado en botellas de refresco.
Los mineros no saben del todo para qué se utiliza el mercurio que extraen. “Se lo vendemos a los intermediarios y ellos lo comercializan”, cuenta Pedro, quien entró a trabajar a la mina hace 10 años, cuando terminó la preparatoria. “La mina es el sustento de todo Camargo, no hay otra fuente de trabajo. Es esto o dedicarse a la albañilería en Querétaro, ganar 2 mil y gastar 300 pesos en pasajes”, dice con un dejo de indignación.
–¿Han percibido daños en su salud?
–No mucho. Tenemos los hornos especiales y no hay bronca. En algunos cerros escurren las gotitas, esa vez nos pusimos bien temblorosos, alterados de los nervios. Creo que es más peligroso lo que uno pueda encontrar en la mina, que al fundirlo. Y por 500 pesos (24 dólares) no vale la pena contaminarse.

El kilogramo de mercurio líquido se compra a los mineros entre 500 y 700 pesos (35 dólares). Su forma más común de comercialización es dentro de botellas de Coca-Cola de 500 mililitros. Los mineros tardan hasta 15 días en recolectar 700 kilos de mercurio.
La mayoría de los hornos se ubican al fondo de la mina, donde se ha detectado una concentración de mercurio en el aire de hasta 129.7 microgramos por metro cúbico –12 veces más de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud–, según un estudio realizado por el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) en agosto de 2020.
“Las consecuencias ambientales de la explotación de este metal son la contaminación de cuerpos de agua, el suelo de la región cercana a las minas y una constante emisión de mercurio al aire”, expone el documento que busca atender el manejo y monitoreo del mercurio en los términos que señala el Convenio de Minamata, que entró en vigor en agosto de 2017.
En las arqueadas curvas de la Sierra Gorda se consigue mercurio como se encuentra pulque en las carreteras del Estado de México o flores en Morelos. Se ofrece un kilo a mil 680 pesos (85 dólares) junto a curiosas piedras de cuarzo y antimonio que los habitantes de las comunidades recolectan del centro de la tierra para subsistir.

Según estimaciones de la Secretaría de Economía (SE), entre 700 y mil mineros extraen mercurio en la región de la Sierra Gorda. En 2016, un año antes de que entrara en vigor el Convenio de Minamata, se alcanzó una producción de 804 toneladas de mercurio, provenientes de los municipios de Pinal de Amoles, Peñamiller, San Joaquín y Cadereyta de Montes, de donde también se extrae oro, plata, antimonio, cal, cantera blanca, mármol, grava para tabique y piedras semipreciosas.
México se comprometió a ofrecer alternativas a la minería de mercurio, pero las propuestas aún no se vuelven realidad, a pesar de los diversos estudios que científicos del país han realizado en la región documentando los altos niveles de contaminación. Al no existir un plan de manejo de los residuos mineros se forman “jales”, dispersando los contaminantes en una zona de hasta 100 kilómetros cuadrados.

El 25 de junio de 2021 el gobierno federal presentó el “Proyecto de transformación de la minería de mercurio en la Sierra Gorda de Querétaro”, donde diagnostica la situación: “Se estima que la mayor parte de este metal se comenzó a comercializar de manera informal y México se ha convertido en uno de los principales exportadores de mercurio, el cual es enviado a países como Bolivia, Perú, Colombia y Ecuador para la producción artesanal de oro y plata”.
Fernando Díaz-Barriga, investigador de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP), explica la transición de la minería a partir de la adhesión de México al Convenio de Minamata:
“Mientras fue legal, México lo vendió a Sudamérica. Cuando Colombia hizo ilegal la compra de mercurio, México lo vendió a través de Perú o Bolivia, mercados legales para meter el mercurio a Sudamérica, donde hay una gran demanda por la extracción de oro vía artesanal. Es curioso que usen mercurio extraído artesanalmente para la producción de oro artesanal en los ríos de todo el Amazonas”.
–¿Se puede detener la minería artesanal de mercurio en el país?
–China produce el 90% del mercurio en el mundo. No competimos, el día que México no venda mercurio no habrá ningún problema. Los chinos van a seguir vendiendo mercurio.
–¿Cuáles son las alternativas para estas comunidades?
–Los mineros tienen que responder a qué quieren dedicarse. Si no es la mina, se van a los invernaderos a aplicar plaguicidas o a la construcción a pegar tabiques. Son alternativas de trabajos precarios, igual que la minería.
La “Evaluación de riesgos para la salud en una región minera artesanal de mercurio en México”, publicada por la revista Environmental Monitoring and Assessment en julio de 2021, muestra que las concentraciones de mercurio en el aire, agua y suelo exceden los valores de referencia, asi como en la biota (plantas, roedores y gusanos) y en las personas (niños, mujeres y mineros).
La Agencia para Sustancias Tóxicas y Registro de Enfermedades (ATSDR) indica que a niveles mayores o iguales a 10 microgramos por metro cúbico, la población debe ser evacuada. Una de las mediciones realizadas frente a un horno en la mina La Soledad captó niveles de mercurio en el aire con un valor de 275 microgramos por metro cúbico, 26 veces mayor a la recomendación sanitaria.
“En este sentido, el Convenio de Minamata para el control del mercurio debería incluir programas de biomonitoreo, no solo para humanos sino también para receptores ecológicos críticos en ecosistemas contaminados”, sugiere el estudio en el cual también participa Díaz-Barriga.

Este reportaje fue producido gracias al GRID-Arendal Investigative Journalism Grant 2022 y al apoyo del Rainforest Journalism Fund del Pulitzer Center.